viernes, 2 de enero de 2009

2008 - Florida

Comenzaste el año en Aguas Dulces y cuando regresaste nos fuimos con Leandro y tus padres a Florida. En esos días aprendimos a conocerte, te dimos tu primer baño y nos desvelamos varias veces dada tu tendencia a no querer dormir cuando todos los demás queríamos hacerlo. El viaje fue como al lejano oeste, llevábamos una carga increíble para cuatro personas y un bebé que incluía desde un bañito a una bolsa de comida para perros.






Eras muy chiquita, tenías la nariz torcida y te chupabas el dedo.


















En esos días tuviste algunas experiencias interesantes con el mundo real.



Una de las actividades diarias consistía en una caminata mañanera en el carrito, nos levantábamos temprano y salíamos a estirar las piernas y escuchar el canto de los pájaros; otra era acompañar a tu papá en la tardecita a cerrar los portones de la entrada. Uno de esos días, Leandro también iba, al llegar a destino vimos una liebre a la orilla del camino. Emocionados Leandro y tu papá se dispusieron a darle caza. Tu papá se bajó de apuro, sacó el revólver que llevaba bajo el asiento y apuntó. Yo, sentada en el asiento de atrás mientras tu dormías en la sillita, pensé que era una broma, y cuál no sería mi sorpresa al ver que se aprontaba a disparar. Cuan rápido pude te tapé los oídos lo que hizo, creo yo, que te pusieras a llorar. Bah, en realidad creo fue una mezcla de eso y el ruido atronador del disparo, pero al menos la primer versión exime a tu papá de casi haberte dejado sorda en tu primera semana de vida.


En otra oportunidad fue Leandro quién atentó contra tu pequeña integridad cuando al estarse hamacando contigo, uno de los nudos se soltó y saliste volando, yendo a para al piso luego de rodar varias veces. Aunque saliste sin nada más que un susto, dejaste a Leandro pálido y sin habla por el resto del día.


Un capítulo aparte merece sin dudas tu primer baño, sobre el fogón de la cocina, con una discusión interminable acerca de la temperatura del agua, los intentos de tu padre de fregarte como a una olla tiznada y tu intento de autoflagelarte, cuando casi al finalizar el baño te metiste el dedo en la boca y al sacarlo te hiciste daño y te pusiste a llorar con todas tus fuerzas.


También fue momento de presentarte a la jauría, que aullaba desde el canil cuando te oían llorar y estaban como locos por conocerte y olerte cuando finalmente pudieron acercarse.

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